Síntomas de una nueva enfermedad: la inseguridad

Facundo Borrego

En los últimos meses la delincuencia ha tomado un papel
principal en los medios de comunicación esquivando cualquier tipo de sentido
común e introduciéndose en la cotidianeidad de la opinión pública. Pero a esta
desmedida ola de robos y asesinatos, se le suma la respuesta violenta de la
gente, completando así un irracional salvajismo. El reclamo de una solución
rápida es para los funcionarios que parecen no saber bien que hacer, mientras
tanto un chico de 14 años mata de nueve balazos a un trabajador con total
impunidad.

Son incontables los asesinatos que ocuparon las pantallas de televisión en los últimos tiempos, pero la cuestión es saber si es la misma TV la que incita, quizás sin intención, fuertemente a la opinión pública como para que reaccione de tal manera. Remontémonos sólo a fines del año pasado y contemos. Al ingeniero Barrenechea le disparan y muere luego de robarle, lo mismo sucedió en Lomas del Mirador con Hernán Landolina cuando intentaba ingresar su camioneta al garage de su casa. Días antes ahogaban en una pileta atado de pies y manos a un asesor de Susana Giménez. La semana pasada un menor de edad acribilló a Daniel Capristo delante de sus hijos sin motivo alguno.

Sólo cuatro casos de los muchos que transmiten los medios, y muchos más que suceden y no llegan a la TV. Después lo absurdo de siempre, Susana Giménez pidiendo la pena de muerte y excluyendo los derechos humanos. Y la resultante de sus seguidores revindicándola por los rincones de la ciudad. Obviamente la gente consume todo este tipo de "producto televisivo" y va cambiando su punto de vista. Parece que en tres meses la inseguridad creció un 500 %, pero lo más acertado es que los medios le dan mayor relevancia y pantalla a este tipo de noticias.

Ante esta inseguridad la tolerancia de la gente se va perdiendo día a día. Las marchas son corrientes en las ciudades y todo se irrita aún más. En un momento así se debe actuar con ideas no generar más violencia de la que hay. El Derecho actúa sobre el bien común, la justicia y la seguridad, y como es coercible hay que atenerse a él. Entonces, en el fondo lo que se está criticando es la ley. En relación al crimen de Capristo, el hecho de que el asesino sea un chico de 14 años reavivó el debate sobre la edad de imputabilidad de los menores que cometen delitos. Actualmente, en el pueblo es inconcebible que un menor asesine y no sea juzgado. La impotencia llegó hasta el punto de golpear salvajemente al fiscal de la causa que sólo actuó bajo las reglas del Código Penal. Parece imposible llegar a una solución concreta en todo este ambiente devastador. Mientras tanto los políticos hacen campaña para las elecciones legislativas prometiendo el remedio para esta nueva enfermedad social.

Se dicen muchas pavadas que magnifican la inseguridad y muchas más que buscan soluciones. Por ejemplo: “Esto en la época del proceso no pasaba”. No se debe hablar con tanto descaro y pensar antes de actuar porque es un tema delicado. Algunos van tomando estos síntomas y agrandando la “epidemia”, convirtiendo este problema meramente social en una enfermedad. Lo cierto es que la paciencia se va mezclando con la resignación y esto puede llevar a un caos aún más profundo. Lo que se espera es que se actúe idóneamente bajo el Estado de Derecho que es el único medio alentador.