Murió Alfonsín: se le cayó un aliado a la democracia.
Facundo Borrego
Sin lugar a dudas la reacción de los argentinos ante la muerte del ex presidente Raúl Alfonsín quedará sellada en la historia por su efusividad y emotividad. Perdurará también como una de las mayores convocatorias al entierro de un ex presidente, de manera similar a lo que ocurrió con Hipólito Irigoyen y Juan Domingo Perón. Pero esta vez se reflejó un profundo respeto que superó las expectativas sin tener en cuenta partidos políticos, banderas o ideologías. No sólo se fue un gran estadista, también se nos fue un pedazo de la democracia argentina.
La muerte del líder radical retumbó en los rincones de cada uno de los argentinos que se emocionaron cuando nos hizo retornar a la democracia, cuando nos devolvía la vida después de estar muertos durante ocho años. Es inevitable relacionar la imagen de Alfonsín con aquellos años difíciles para la Argentina. Esas imágenes, van tejiendo el recuerdo de ese discurso en el cierre de campaña que disparó desde el fondo de sus sentimientos. O ese 10 de Diciembre de 1983 donde te abrazaste con el primero que se te cruzó y sentiste la libertad correr por tus venas. Porque por más que lo hayas insultado en muchas ocasiones, te quedó la imagen de un ‘tipo honesto’ que quería verdaderamente a la patria. Fue él quien realizó el histórico Juicio a las Juntas, fue él quien tuvo las agallas de sentenciar a toda esa basura. Fue él quien creó
Es cierto, también te dolió
Por eso la gran convocatoria, primero a su velorio en el Congreso y luego en el sepelio en el Cementerio de
Las cámaras de televisión mostraban el lento transito hacia el Salón Azul donde aguardaba el ataúd abierto. Se pensó que la ceremonia duraría algunas horas pero se tuvo que extender hasta el jueves por la mañana debido a la inmensa multitud que se aproximaba al Congreso. Antes de marchar hasta el mausoleo donde descansará junto a Hipólito Irigoyen y Leonardo Alem hasta que se termine su propio panteón, lo despidieron alrededor de 25 mil personas. Entre ellas desfilaron infinidad de funcionarios y dirigentes políticos como Néstor Kirchner, el cual despertó algunos murmullos y también el vicepresidente Julio Cobos que fue recibido con cánticos radicales. La presidenta Cristina Fernández no pudo presenciar el sepelio ya que la agenda política la necesitó en Londres. Igualmente en un discurso por la televisión resaltó los valores democráticos y la lucha de Alfonsín por los derechos humanos.
Un mar de personas emprendió la marcha hasta llegar al cementerio donde sólo ingresaron familiares, allegados y dirigentes políticos por razones de espacio. El cielo gris derramó algunas lágrimas pero no impidieron las palabras de despedida de siete oradores. Graciela Fernández Meijide, el ex presidente de Uruguay y amigo personal Sanguinetti y hasta su rival político Antonio Cafiero reflexionaron sobre Alfonsín. En el momento que se llevaron el féretro hacia el mausoleo el fervor de la gente estalló en su nombre, desentrañando la mayor emoción del público. Pero quizás con su muerte nos dejó el legado del proceso democrático en nuestras manos y de este modo la imagen de su persona, sus ideales y enseñanzas se valorarán aún más. No hay una paradoja más acertada de todo esto como la que expresó el periodista Mario Markic: “¡Qué muerte envidiable, Doctor Alfonsín!”.
La reflexión es alentadora, la gente no sólo salió a recordar al ex presidente, salió indirectamente a pedir futuro. Fue un grito por la superación en la calidad de la vida política actual en contraste con la del recuerdo. Se reclamó porque se copie la transparencia, la franqueza que no se encuentra hoy en día en las gestiones. También que se destierre esa absurda idea de que la oposición es el enemigo, no dando lugar al consenso ni al diálogo, pilares fundamentales de la democracia.
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